Poco a poco, este blog ha ido creando vida propia. Me empuja y me orienta cuando estoy perdida, me susurra palabras al oído y me llena el corazón de sentimientos compartidos. Nació del boceto de un proyecto sencillo y humilde sigue siendo, en eso no ha cambiado pero, el camino se ha llenado de musas y de liras... ¿quieres vivirlo conmigo?

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martes, 12 de junio de 2007

¿Las Malas Compañias?

¿LAS MALAS COMPAÑIAS?


EL GATITO CORRETEÓ JUGUETÓN ENTRE SUS PIERNAS. Con la pequeñita lengua raspó meloso el sabor de su piel y, cada poquitos segundos, se paraba a olisquear profundamente…
La luz estaba apagada y sólo se oía a un señor hablando a través de la pantalla del televisor cosa que, al parecer, al minino no le molestaba pues en ningún momento dejó de lado aquél cuerpo sinuoso y por encima de todo, lleno de aromas.
No entraba nada de la calle, ni siquiera ruidos más o menos indeseables.
Las piernas abiertas no impidieron al gatito contornear todo su cuerpo.
En algunos puntos de aquella estática anatomía, había más tentación para el gato y el gato, caía en ella. Así pasaron muchos días y muchas noches. Con hambre pero muy juntos, hasta que, unos señores con mascarilla, rompieron la puerta a golpes.
El gatito se asustó y salio corriendo por entre las piernas de la gente que no conocía.

Juana le preguntó a Antonia:
- Oye, ¿qué ocurrió la semana pasada en casa de Carmelo?
Una carcajada sonora y espontánea asombró a Juana, pero Antonia contestó:
- ¿No te has enterado? ¡Pues serás la única!
Después de unos minutos alardeando de información explosiva, organizó mentalmente lo sucedido y, acompañándolo de una sonrisa afectada por el aparente escándalo, empezó con el relato:
- Pues, parece que Carmelo se murió mientras dormía…
- ¡No me lo digas! ¡Pobre! ¡Qué triste muerte, me cago en tó!- la interrumpió Juana.
- Pues sí, la verdad… como te iba diciendo, Carmelo se murió de repente y los vecinos tuvieron que llamar a la policía porque no les gustaba cómo olía… ya ves, un día estás y al otro, ¡te has ido!…
- Pero, ¿nadie lo echó en falta? ¿Ni al gatito?
- No, sólo les extrañaba que no apagara la televisión. Como era sordo, ya lo sabes, la ponía muy alta y claro… al no dejar de oírla ni de día ni de noche…
- ¡Virgen del Amor Hermoso! ¿Nadie se extrañó?
- Ya ves- dijo Antonia, buscando la pose adecuada para acabar con la historia.
- Eso no es todo…
- Cuenta, cuenta…
- Verás, por lo visto Carmelo tenía una mujer de esas de plástico… para desahogarse, ya me entiendes-Antonia se tapó la boca con la mano, muy pudorosa.
Juana, mantenía la suya abierta.
- Si mujer, de esas que se hinchan y luego se usan… ¡ya me entiendes!
- ¡Ah!- Juana, seguía embobada.
- Pues, parece que le dio lo que le dio cuando estaba en plena faena, ¿qué te parece?
- ¿Y el gatito? ¿Qué ha sido de él?
- Cuando echaron abajo la puerta se lo encontraron husmeando a la muñeca pero salió haciendo fu y no le han vuelto a ver…
Las mujeres quedaron allí, pegadas al suelo durante un rato más. Después se fueron a hacer la comida porque las dos cuidaban de sus maridos enfermos.

Queralt. 12/06/07

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miércoles, 6 de junio de 2007

A veces los padres matan.



“A VECES LOS PADRES MATAN


“YO SOY TU PADRE, ¡no lo olvides nunca!”
Como para olvidarlo… de hecho, cada vez que estaba a punto de hacerlo, llegaba él con sus reclamaciones y conflictos.
Las cosas suelen ser de otra manera pero a ella le había tocado la excepción de todas las reglas. Y allí estaba, con su padre delante una vez más en actitud de exigencia y con la mano puesta.
“Papá, no puedo seguir manteniendo tus vicios y mala vida”, quiso decir. Pero las palabras no salieron de su boca, ¿para qué? Se lo había dicho un millón de veces y siempre volvía, y volvía otras mil. Y una vez más. No había más solución que seguir dándole dinero y esperar a que Dios se lo llevara pronto…total, para lo que estaba haciendo en la vida…
“¡Que te he dicho que soy tu padre y harás lo que yo te diga!”
Un silencio abrumador llenó cada centímetro de aquél lugar.
Necesitaba una dosis, estaba claro. Y si no le daba el dinero, se pondría aún peor.
“Anda, mi niña, dame lo que te pido, tú tienes mucho, dame un poco de lo que te sobra…”
Marina lo miraba sin saber qué hacer. Sus ojos seguían secos y la chispa que nacía en ellos era cada vez más dura.
“¿Recuerdas cuando eras peque? Yo te llevaba a todas partes, te compraba helados aunque la puta de tu madre no quisiera… ¿te acuerdas?”
“¡No hables así de mi madre! Ella aguantó demasiado por ti, ¡igual que yo!”
Algo había pasado dentro de ella de repente. Y tomó la decisión.
Abrió el bolso, sacó el móvil y marcó el número de la policía nacional.
“No te pienso dar ni un duro más”, le dijo por fin a su padre. Él, no daba crédito a lo que estaba viendo y oyendo. Le había pillado desprevenido y no podía reaccionar.
“¡Qué dices!”, gritó con la yugular fuera de su sitio.
“Como des lugar a que me agarren con sus zarpas, ¡prepárate!”
Marina suspiró con la esperanza de que el instinto de padre la ayudara cuando, de repente, su padre sacó una pistola del bolsillo de su pequeña mochila, se acercó a ella y la amenazó, poniéndole el cañón del arma en la cabeza.
Un gran alboroto se concentró en la plaza. La gente, lejos de asustarse y salir corriendo, se arremolinaban queriendo ver y saber más.
Cuando la policía llegó, el padre de Marina perdió totalmente el control y, muy lejos de dar cobijo a los sentimientos de padre que, supuestamente, había de tener, gritó amenazando con matarla.
Un policía muy alto y con barba le preguntó si podía acercarse, a lo que él contestó hincando aún más la pistola en la sien de su hija.
Marina lloraba en silencio y pensó que esta vez, sus hijos conocerían a su abuelo en los informativos de televisión. Se volvió ligeramente, lo justo para que su padre pudiera oírla:
“Acaba con esto de una vez”
El arma tembló sobre su piel.
“¡Acaba ya! Si tengo que irme contigo para que todo esto acabe, ¡dispara de una vez!”
El hombre lloró en silencio después de unos segundos de perplejidad. ¿Qué estaba haciendo? ¿Estaba amenazando a su propia carne?
Los agentes de policía habían llamado a las fuerzas especiales y el protocolo se había puesto en marcha.
“¡Hija mía!”, le grito al oído. “¿Qué te estoy haciendo?”
Los minutos transcurrían lentos, pesados, segundo a segundo. Y nadie imaginaba cómo podía acabar aquella situación.
“¡Yo soy tu padre! Nunca lo olvides”, le oyó decir Marina y, apenas unos segundos después, la cara de la mujer se llenó de sangre y también su ropa, y sus manos. Todo, se llenó de sangre. Y un cuerpo muy huesudo, el de su padre, cayó desplomado al suelo.
A cámara lenta, sus ojos se llenaron de lágrimas, mientras un enfermero de la Cruz Roja se acercaba con una manta gris marengo en las manos.


Queralt. 04/06/07

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martes, 5 de junio de 2007

Los niños también se ponen pendientes.


LOS NIÑOS TAMBIÉN SE PONEN PENDIENTES.

- Abuelo, ¿la leche sale de los árboles?
- No, niño- dijo aquél abuelo despistado- La leche sale de esta caja de cartón, ¿lo ves? Mira cómo sale. A ver, con cuidado, que no se caiga que cuesta dinero hijo…
- ¿Y los garbanzos, abuelo? ¿De dónde salen los garbanzos?
- ¡Come! Que se hace tarde para la escuela… va, come un poquito más…
- ¿Y el colacado abuelo? ¿Cómo se hace el colacado?
El abuelo de aquél niño preguntón, se dormía sin querer, aunque sabía que tenía que llevar a su nieto al colegio antes de las tres.
El nieto de aquél abuelo dormilón, medía la nariz del anciano con el tenedor, acercándolo con cuidado, para no despertarlo.
Eran tal para cual y la madre de uno y la hija del otro, sufría de dudas cada día sin saber si el niño entraría a tiempo en la clase. Y es que su padre era muy buena persona pero parecía tener la enfermedad del sueño.
- ¿Las cerezas caen del cielo, abuelo?
- No.
- ¿Cómo nacen las cerezas, abuelo?
- Ya te lo contaré cuando tengamos tiempo, venga, lávate la cara que la tienes llena de pasta de dientes… así… a ver, estate quieto que te peine… ¡muy bien!

Clara, pagó al frutero una buena cantidad de dinero por aquellos dos kilos pero, ¡estaban tan relucientes y parecían tan apetitosas! Ella prefería el melón o los melocotones pero a su hijo y a su padre les gustaba mucho las cerezas así que, si trabajaba tanto era para poder llenar la nevera con todo lo mejor.
El camión, con cientos de cajas rectangulares pequeñas llegó al Mercado de Abastos donde un empleado anodino y muerto de sueño las descargó con precisión y eficacia, mientras se oían números al alza reclamando acuerdo y amargas quejas buscando ajuste de precios: “¡Si no bajas un poco te las comerás tú! ¡Se te pudrirán!”, dijo uno. “¡Prefiero tirarlas a la basura podridas, que regalarlas!”, dijo el otro.

Redonda, roja, olorosa, brillante y con el frescor de la mañana, amaneció colgada del árbol más apartado del huerto. Unas manos ávidas de dinero la colocaron deprisa, junto a muchas más, dentro de un contenedor rectangular y pequeño. Después, puso un colorido celofán por encima y lo grapó con cuidado a la caja de madera: sería la primera del año. Juan se sentía satisfecho por la calidad de sus cerezas y agradecía a su padre el esfuerzo, el sacrificio y la inversión que hizo muchos años atrás, cuando él era un niño reacio a estudiar y lleno de ideas para el campo.
“¡Todos no pueden ser señoritos!”, dijo para sí el padre de Juan. “¡Gracias a Dios que mi hijo ha querido seguir con el negocio!”
Contento de que su empresa, familiar y limitada no tuviera un futuro incierto, se acomodó en el jeep de quinta mano y fue recorriendo las calles que había entre los árboles, mientras disfrutaba del aroma intenso y de la belleza de aquél valle, pletórico de flores que adornaban las ramas y también los sentidos.
Orgulloso, se puso delante del pequeño tronco como si él mismo lo hubiera parido. Apenas levantaba unos centímetros del suelo y sólo cinco hojas lo acompañaban, pero era toda una promesa en ciernes. Alzó la vista y dejó que sus ojos inspeccionaran cada fila de matas hasta perderse en la lejanía. Era una extensa plantación y en pocos años, si la naturaleza ayudaba, tendrían la primera cosecha. Y no sería pequeña. Y quizás su hijo le ayudara pues, hoy por hoy, no parecía tener muchas ganas de leer y estudiar libros.
- ¡Juan! ¡Ven! ¡Sí, sí! ¡Ven! ¿Te cuelgo cerezas de las orejas?

Queralt. 28/05/07
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A veces, pasan cosas...




"A VECES, PASAN COSAS..."

TE CONOZCO DEMASIADO BIEN para dudarlo, aunque no le he dicho nada a nadie. ¿Para qué? Nadie me creería. Pero estoy segura; no tengo ni la más pequeña de las dudas: ¡has sido tú! Y, desde que me he enterado no hago más que preguntarme, ¿cómo has podido hacerlo? Ya no tienes a nadie tras el cual parapetar tus actos así que, ¿cómo vas a salir de esta? Y te aviso: ¡conmigo no cuentes! Haz como si me hubiera muerto, ¡olvídame! No me llames, no vengas a casa. ¡Ni siquiera preguntes por mi! He dejado de respirar, he dejado de existir, ¡hasta nunca!
Los periódicos de la mañana informaron del, cuando menos, escabroso suceso. Y los de la tarde. Y, durante meses, según se iban descubriendo, se habló de todos los detalles y pormenores. Se chismorreó hasta la saciedad con morbo y malicia.
Cuando iba a por el pan, la miraban de medio lado y con ironía y también cuando llevaba el coche a lavar, o cuando iba al cine, o cuando cenaba en una pizzería.
Sus compañeros de trabajo nunca le preguntaron nada pero sabían más de lo que decían.
Durante años se habló del asunto pero ella, siempre se comportó como si se hubiera muerto…

Queralt. 20/05/07
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Una Luz por la Ventana.




"UNA LUZ POR LA VENTANA"


NI SIQUIERA TUVO TIEMPO PARA DESPEDIRSE. La llamada fue urgente y apenas tuvo tiempo de recoger los enseres más personales. No tenía ni idea de a dónde lo llevaban y no esperaba que nadie lo eligiera nunca pero, como ya había cumplido los doce años, los miramientos y la sensiblería, eran cosas con las que no se contaba así que, si había que salir corriendo porque alguien de repente quería adoptarte, pues se salía corriendo sin mirar atrás y sin despedirse del compañero.
Con su pequeña bolsa de viaje y su patín, se presentó en el despacho del director. El pelo lo llevaba alborotado y los pantalones sucios. Todos los presentes se quedaron mirándolo con mucha atención, como si esperaran algo de él, algo que no acababa de hacer o de entender…
El día acabó muy tarde y muy lejos, mucho más allá de la provincia y de la región. No le habían dedicado muchas palabras pero se sentía cómodo y atendido. Quizás eran personas que hablaban poco… “¡Quién sabe!”, pensó.
Le enseñaron su habitación y se quedó con la boca abierta durante un buen rato pues, todo lo que se pudiera desear o incluso soñar, estaba allí; bien colocado, ordenado, armonioso en colores y divertido.
Lucas había conocido ya muchas casas y a muchos padres que terminaban no siéndolo por lo tanto, se sentía inquieto y con mucha prisa por vivir los próximos días, los cruciales e indispensables días en los que podría vislumbrar si había o no posibilidades de quedarse en aquella fantástica casa y con aquellas enigmáticas personas. Él tenía intuición para esas cosas. Sólo unos días, unos pocos días y sabría si era o no, una nueva intentona fallida…
La casa estaba al fondo de un espeso bosque de árboles altos y frondosos. No se oían ruidos de la calle y, cuando apagó la lámpara de la mesilla, sólo la luz de las farolas del jardín iluminó su cara cansada. La cabeza le daba vueltas y, aunque creía estar demasiado nervioso para mantener los ojos cerrados, se acurrucó con la gran almohada entre los brazos y se quedó dormido, mientras revivía cada minuto, cada imagen, cada palabra… cada esperanza y cada ilusión.
En el salón, al otro lado de la casa, el matrimonio se miraba a los ojos muy complacidos. Al fin habían conseguido lo que llevaban tanto tiempo buscando. Le darían todo el cariño y todos los caprichos que no pudieron darle a Alejandro, su propio hijo. Y una buena educación. Y lo llevarían de viaje alrededor del mundo.
Simultáneamente, una luz muy intensa y muy blanca envolvía a Lucas. La habitación entera reflejaba brillos que hubieran podido herir los ojos de cualquiera, pero nadie se dio cuenta, nadie se percató del suceso y, mucho menos, del monólogo de Alejandro:
-Bienvenido, Lucas. Hace mucho que te espero. Por fin conseguí que mi mamá entendiera lo que tenía que hacer… a dónde tenía que ir a buscarte… bueno, ahora también va a ser tu mamá… y papá, será nuestro papá también…
La noche entera se llenó de luz, de aquella luz brillante que arropaba a Lucas en sueños, planeando sobre la cama y preparándolo para su nueva vida.
- Tendría su misma edad- dijo la mujer-. Ha nacido en el mismo mes y con dos días de diferencia… es una señal, ¿verdad?
- Si, cariño. Duérmete y descansa que los niños mañana, te necesitarán más que a mí.


Queralt. 20/05/07
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