Poco a poco, este blog ha ido creando vida propia. Me empuja y me orienta cuando estoy perdida, me susurra palabras al oído y me llena el corazón de sentimientos compartidos. Nació del boceto de un proyecto sencillo y humilde sigue siendo, en eso no ha cambiado pero, el camino se ha llenado de musas y de liras... ¿quieres vivirlo conmigo?

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viernes, 19 de octubre de 2007

Fuerza no es furia... (272)

(Estamos celebrando la semana 100 de El Cuentacuentos así que, tema libre.)

“Fuerza no es Furia”



Los relámpagos asomaban detrás de los nubarrones oscuros que cuajaban la noche intentando asustarla, a continuación, un ensordecedor estruendo traía el silencio a las montañas; pero duró poco, pues, la noche, quizás realmente asustada, inició un llanto lastimoso que cayó con fuerza sobre cada hoja, cada rama, sobre todos los árboles y flores, helechos y enredaderas silvestres que poblaban aquel paraje del edén. El rumor era profundo y monótono y la tierra lo cobijaba y lo reconocía como algo entrañable y muy familiar.
Los relámpagos luchaban con el agua iluminando su propia furia y haciéndose camino entre ella; acompañados por el trueno creían ser los más fuertes del Universo.
Ante aquel desenfreno de la Naturaleza, la noche ya no parecía asustada, más bien podría decirse que, aquellas descargas eléctricas y sus ruidosos compañeros la estaban enfadando. Y, a juzgar por su llanto cada vez más enérgico, el enfado de la noche, debía ser importante.
Cada ser viviente en aquel lugar perdido buscó su propio refugio, intentando encontrar una posibilidad para sobrevivir. Las ramas se rindieron al peso de un llanto acostumbrado y las hojas canalizaron los sentimientos de la oscuridad a través de cada lágrima esparcida.
Los árboles centenarios conversaban preocupados con los árboles milenarios y la sabiduría de éstos, sosegaba a aquellos. Mientras, el musgo, agazapado y triste, se despedía del entorno que lo había acompañado desde que germinó por aquellos lares. Las florecillas nadaban alegremente aprovechando el curso intensivo que la naturaleza les regalaba. Algunas piedras poco ubicadas rodaron suavemente provocando pequeñas crestas y diminutas cataratas. Los gusanos movían la cola con urgencia para encontrar un lugar más hondo…
Los nubarrones que transitaban por el cielo sin estrellas se cansaron de dar cobijo al rayo y decidieron seguir al viento en su afición preferida y, juntos y revueltos, se despidieron de la noche en busca de un nuevo sendero que los llevara lejos para alborotar otros lugares tranquilos.
La noche no se quedó sola, pero sí se quedó sin lágrimas. Como seguía enfadada, decidió llamar a todas sus gotas más incondicionales, reunirlas a su alrededor y envolverlo todo con una bruma espesa que obligara al relámpago y al trueno a tranquilizar su ánimo. Y, como las alas suaves de la nieve blanca cuando cae, se fueron expandiendo las gotas unas sobre otras, cubriendo de opaca humedad todo aquello que se acurrucaba bajo la noche, en aquel lugar de ensueño. La vida, en la noche quedó suspendida.
El relámpago y el trueno aguantaron la presión con cierta elegancia pero, después de largo rato sintiéndose ignorados, embistieron con más furia sobre la noche, mas ella, comprendiendo que es el miedo y la cobardía lo que engendra la furia, ya no les hacía caso, ni siquiera le quedaba un poquito de enfado.
Las nubes se habían ido con el viento y, el trueno, se fue yendo despacio con el relámpago. Si todo lo acontecido hasta el momento se hubiera podido tildar de lucha, la noche habría sido vencedora. Y así se sentía, en efecto, cuando vio de lejos la procesión silenciosa de las nubes, seguidas por la explosión y el estruendo y la ventaja que les llevaba el viento.
La tierra, amiga del día y de la noche, fue comprensiva una vez más y ayudó plácidamente a la Naturaleza. Con el cariño de la costumbre y la tolerancia, enjugó los breves riachuelos que se habían formado y esperó a que, cada gotita retenida, volviera a ella sin miedo.
La tierra, hidratada y rejuvenecida, le agradeció a la noche su llanto, pero también se apenó por ella y por el miedo que había pasado ante la amenaza del fragor y su centella.
Mientras la historia de esta noche se fue escribiendo, los minutos habían ido cayendo lentamente junto a las gotas, las hojas y las despedidas, dejando paso al glorioso parto que, finalmente, alumbró a un rutilante día de tiernos brotes de natural esplendor.
En la luz de cada amanecer, en la delicada despedida de cada tarde, en la mirada de un niño o, incluso, ante el descubrimiento de un enemigo, el Universo nos dice suavemente que la furia no es fuerza.

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DÍAS DE FIESTA... (271)



DÍAS DE FIESTA…
(Con un poco de retraso pero aquí está.)


- LAS PALABRAS NO SIGNIFICAN NADA, NO SON IMPORTANTES, LO QUE MARCA SON TU ACTOS, Y LA COHERENCIA DE ESTOS CON TUS PALABRAS. Adiós y hasta nunca.

Mario se apartó despacio intentando no perder la calma y salió del bar de copas. Minutos después, su estela se había perdido entre el bullicio del sábado noche.
Vanessa seguía en silencio, aún no había reaccionado.
Sin duda sospechaba de ella desde hacía tiempo y esta noche la había seguido hasta allí para pillarla in fraganti.
Un dolor tipo pellizco, amordazaba su boca, mientras Rubén insistía en que le explicara quién era aquél tipo que había aparecido de repente y le había hablado de forma tan misteriosa.
Alguien tropezó con sus botas vaciando el vaso que llevaba en la mano sobre su falda. Vanessa gritó y se enfureció mucho. Después, se fue al baño a limpiarse la ropa mientras lloraba.


Queralt.


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lunes, 8 de octubre de 2007

DÉJEN PASO, SEÑORES... (254)


DÉJEN PASO, SEÑORES…


- PREMISAS FALSAS, CONCLUSIONES ESTÚPIDAS, ya te lo dije. ¿No esperarás que te tenga lástima? ¡Vete de aquí! ¡De inmediato! ¡Ya!
Un silencio espeso, muy espeso y muy dramático se extendió muy despacio por todos los rincones de aquella estancia en penumbra, grande y llena de columnas y enormes ventanas de cristales ahumados.
Las luces de la ciudad allá a lo lejos, se reflejaban aquí en el suelo, un suelo brillante y negro que las hacía rielar como si de agua se tratara. Las paredes blancas, pero vacías, a excepción de un cuadro, una pintura que reproducía la imagen típica del otoño con sus colores, sus hojas y con la niebla suave de un amanecer cualquiera en un parque cualquiera lleno de árboles que bordeaban un estanque cualquiera. Nadie se fijaba en el cuadro, pero todos se resentían de sus efectos apáticos y lánguidos.
- ¡He dicho que fuera! ¿No me oyes? ¡Fuera!
Nadie se movió. Por unos segundos, nadie se dio por aludido hasta que, pasados los primeros momentos de tensión, una muchacha muy delgada y muy rubia, tomó la palabra:
- No, no me voy, querido papá. Tú si partes de premisas falsas por lo tanto, llegas a conclusiones estúpidas.
Los ojos de todos los asistentes se escondían sobre el dossier que descansaba, ajeno a todo, sobre cada escribanía que tenían delante. Ahora ya nadie se atrevía ni a respirar.
- Tú- prosiguió la muchacha muy calmada pero con la cara roja por la sangre acumulada-, decides que soy joven, que soy rubia y que soy tonta. Pero, aunque la gestión no te haya gustado, ha sido un éxito. Y te recuerdo que mi madre me dejó las acciones para que no me puedas mantener al margen y voy a ser consecuente con ello. Lo siento si no te gusta- concluyó.
El hombre grueso vestido de negro que la había gritado, viendo que no podía con ella y que no conseguía echarla, se dejó caer sobre el gran sillón, rendido, resignado.
En realidad, tenía razón aquella mocosa insolente. Las ganancias habían sido importantes y el capital que aquella loca había expuesto había sido mínimo. Puede que tuviera raza y puede que la hubiera heredado de él, ¡quién sabe!
- Haces tu propia teoría basándote en tus propias manías y a eso lo llamas razonar. Y yo te digo que te equivocas. Sí, ¡te lo digo! ¡Y te lo diré mil veces si hace falta!
Aquella hija suya, por la que no acababa de sentir cariño, le seguía plantando cara…
Tenía lo que había que tener para andar por este mundo, ¡vaya que sí! Una vez más, lo había demostrado y esta vez, lo había hecho todo ella solita.
Su corazón empezó a latín mucho más fuerte que de costumbre y los golpes le llegaban hasta la garganta. Miró al frente y una visión rojiza lo obligó a restregarse los ojos en busca de un mejor enfoque. Mientras, un miedo irracional invadió su mente y su cuerpo, empezó a temblar asustado.
- Claudia, ¡Claudia! ¡Ven aquí!- le gritó una vez más aún sin poder.
Todos empezaron a levantarse temerosos por si a Don Marcelo le molestaba y no se atrevían a ir un paso más allá de sus sillones.
Claudia acudió a la llamada de su padre y le desató la corbata.
Cuando el hombre pudo respirar un poco le pidió que, en su ausencia, se ocupara de todo.
- ¡Samuel! – gritó una vez más- Dispón de todo lo necesario para que Claudia sea legalmente mi sucesora al frente de ValleVisión. Usa los poderes que tienes y ayúdala en todo…
- Señores- dijo Claudia, dándose la vuelta hacia ellos-, ya lo han oído-y, tomando las riendas de la situación con energía empezó a dar órdenes-. Martínez, llame inmediatamente a una ambulancia y usted, ¿cómo se llama? Ah! Sí, Rodríguez, recoja cada uno de los dossier de la mesa y llévelos al despacho de mi padre que, desde este momento, es mío. Los demás que se vayan a casa hasta nueva orden.
El silencio seguía llenando aquél lugar oscuro pero, las pulsaciones de sus corazones, atronaban sus cabezas. No se atrevían a traicionar a Don Marcelo obedeciendo a aquella pequeña advenediza de buenas a primeras. Se sentían perdidos, sin líder, sin futuro, sin horizonte…
- ¿No me han oído? Y usted, Samuel, traiga los documentos que tenga que firmar para legalizar esta situación. ¡Ya! ¡Vamos! ¿Dónde está la ambulancia, Martínez? ¿Viene ya de camino? ¡Los demás a sus casas! ¡Vamos, vamos!
Don Marcelo la oía desde muy lejos cómo gritaba y cómo daba ordenes.
“Esta chica, vale”, pensó.

Queralt.

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lunes, 1 de octubre de 2007

YA NO PUEDO ATRAPAR SUEÑOS... (228)


YA NO PUEDO ATRAPAR SUEÑOS…


LAS LÁGRIMAS SILENCIOSAS SE ESCURRIERON VELOCES POR SUS MEJILLAS, PENSANDO EN ÉL Y EN LO MUCHO QUE LE AMABA.
Los ojos, muy rojos de tanto llorar pero también, por la rabia acumulada.
Sus pensamientos volaban buscando recuerdos amables y cálidos pero, llevan tanto tiempo almacenados, que no querían salir. Porque sus recuerdos se han rendido, igual que ella… igual que sus padres y sus abuelos, enfureciendo así a los más antiguos ancestros que andan perdidos allá en la lejanía de la Historia del Tiempo. Cuando ellos aún eran los Hijos de la Madre Tierra y Manitú no los había abandonado.
La cabellera de Pelo Gris, llena de sangre.
Ella la cortó con mucho cuidado para no hacerle daño y la puso en una bolsa de piel de búfalo que, lustrosa, suave e impermeable, acogió a aquellas dos largas trenzas rompiendo así la costumbre de enviar al más allá a los muertos, con el aspecto que tuvieron.
Todo había cambiado, ya no quedaban ancianos para enseñar el camino y el destino.
Los descendientes de aquellos Sioux, llenos de orgullo Lakota, que bailaban bajo la luna la danza de la guerra con la cara pintada y el espíritu en soflama, ahora morían por una balazo en la cabeza o directamente al corazón. Y, sin ceremonia, eran enterrados lejos de los lugares sagrados. Despojados de sus tradiciones y de sus antepasados.
Todo anda confuso… todo anda mal.
Aquellos que viven bajo tierra, ya no tienen mensajes para sus descendientes.
Ahora, los sueños ya no se atrapan en una experiencia mística y el tipi se instala en medio del parque si al gobernador le agradan o, al menos le parecen curiosas, las exhibiciones folcklóricas.
Las lágrimas caían por sus mejillas. Silenciosas. Y ella pensaba en él. Porque le quería. Porque le amaba.
Pelo Gris había sido un buen hombre, un buen padre y un buen agente de la reserva.
Hasta que una bala lo mató.
Todo anda confuso… la noche, ya no arrastra las entrañas del día…
Manitú, ya no fuma con los nuestros…



http://youtube.com/watch?v=8iyEb6idjGQ

Queralt. 01.10.07

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