Poco a poco, este blog ha ido creando vida propia. Me empuja y me orienta cuando estoy perdida, me susurra palabras al oído y me llena el corazón de sentimientos compartidos. Nació del boceto de un proyecto sencillo y humilde sigue siendo, en eso no ha cambiado pero, el camino se ha llenado de musas y de liras... ¿quieres vivirlo conmigo?

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lunes, 3 de diciembre de 2007

SI EL GIGANTE AULLA, OLVÍDATE DEL DINERO Y CORRE.


SI EL GIGANTE AULLA, OLVÍDATE DEL DINERO Y CORRE.

LAS TURBULENCIAS PRESAGIABAN LO PEOR.
Los remolinos amenazantes de aire turbio y caliente movían árboles, rompían cristales, empujaban coches, levantaban tejados… era evidente que el huracán estaba cerca. La respiración se hacía difícil porque, aún protegiéndose con una gruesa bufanda a modo de mascarilla, espesas bocanadas de polvo saturaban la garganta, la nariz y los ojos. A lo lejos, se oía un sonido extraño, como si la tierra se estuviera rompiendo por algún lado. Como si, un gigante descomunal, estuviera queriendo toser, estornudar o, simplemente, desperezándose.
Mientras Ramón ponía algo de ropa en una bolsa de deporte, Ana escondía en una mochila sus joyas. Las puso al fondo, envueltas en un bonito pañuelo de seda heredado de su madre, entre el monedero, los pañuelos de papel perfumados, la caja de las lentillas y la de los tampones, entre la agenda y el pequeño neceser con el rimel y el colorete. Junto al libro que estaba leyendo, al tabaco y al teléfono móvil.
Habían intentado ver las noticias pero la señal por cable no llegaba al receptor y no tenían radio así que, habían tomado la decisión de salir de allí lo antes posible para no tener que arrepentirse. Sin embargo, de vez en cuando y sin dejar de recoger otras tantas cosas que consideraban necesarias, se asomaban a las ventanas por si veían a alguien a quien preguntar. Era la primera vez que vivían aquella situación y estaban absolutamente desesperados porque no sabían hacia dónde escapar.
Ana y Ramón ya tenían todo aquello que pensaron que podrían necesitar y lo acomodaron en el maletero de la furgoneta. Cuando salieron de la casa, cerraron con llave la puerta mientras suspiraban llenos de inquietud. Después, se sentaron cada uno en su asiento y miraron al frente buscando una esperanza que les diera algo de sosiego. Pero no la encontraron. El pánico se apoderó de ellos y se quedaron petrificados viendo volar restos de coches, enormes arbustos, ramas de árboles, sillas, cochecitos de niños, ropa de todos los estilos y colores, trozos de maderas de todos los tamaños, mecedoras, algún perro ladrando, puertas, bolsas del super…
Las tuberías del agua se habían roto en algunas de las casas de los alrededores y brotaba agua por varios sitios. Su propia casa parecía bailar con frenesí mientras una de las columnas del porche se partía a cámara lenta. Una especie de silencio extraño lo invadía todo. Sólo se oía el quejido del gigante mientras la tierra y su casa se rompían a cámara lenta; mientras las ventanas del dormitorio principal y el de invitados se desgajaban de la estructura; mientras la mesa de forja de la terraza de arriba saltaba por la barandilla…
Ramón recordó justo cuando puso el motor en marcha, que no había cogido el dinero. Salió corriendo con las llaves en la mano dispuesto a volver apenas en un abrir y cerrar de ojos y, fue justamente en uno de esos segundos en los que él parpadeó cuando la otra columna del porche se rompió. Ana intentó gritar por el horror pero, fue su propio dolor, su propio y ya eterno silencio, el que se lo impidió.
Las fotos publicadas en la prensa nacional al día siguiente, mostraron que nada había quedado en pie.

Queralt.
03/12/07

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