Poco a poco, este blog ha ido creando vida propia. Me empuja y me orienta cuando estoy perdida, me susurra palabras al oído y me llena el corazón de sentimientos compartidos. Nació del boceto de un proyecto sencillo y humilde sigue siendo, en eso no ha cambiado pero, el camino se ha llenado de musas y de liras... ¿quieres vivirlo conmigo?

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viernes, 26 de enero de 2007

Más saluditos...







Aquí tenéis unos regalitos... ¿os gustan?
La imagenes de abajo son muy antiguas.
Gracias Ulrhá... espero que se cumpla lo que me deseas...
Queralt.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

holaaaaaa de nuevo oye que lindos regalos yo espero tambien que seas feliz y que lo pases bien oye tienes un bonito blog de verdad y ademas te dejo un regalito de parte mia.

http://membres.lycos.fr/tiwafette/hpbimg/betty-ange.gif


te mando mis besosssss y abrazos.

Anónimo dijo...

¿Así que adorabas a los sioux?
Las sesiones de tele los sábados por la tarde, cuando siempre echaban películas de indios y vaqueros, forman parte de mis recuerdos de niña... Me encantaba que llegase la hora en que mi abuelo se apoltronaba en la silla más cercana a la tele, porque echaban una del "Jon Vaine". Así, como suena, que en los sesenta y setenta sólo hablaban inglés tres gatos, y el resto de los españolitos nos conformábamos con pronunciar los nombres de los artistas tal y como los escribían en los títulos. Yo me sentaba a su lado, él se agenciaba el papel de jefe de la Caballería, y yo siempre al lado de los indios, que no hablaban en cristiano, pero llevaban trenzas, como yo, y flecos en la ropa... Me gustaban los flecos: tanto, que un día que mi madre compró unas preciosas cortinas y un hule nuevo para el comedor, yo quise contribuir a la adquisición, embelleciéndolos... Cogí unas tijeras y cras, cras, cras, los bajos llenos de lindos flecos estilo indio... En casa no supieron apreciar mi contribución a la decoración del hogar, así que, como los indios, me lo hicieron saber tocando el tam-tam en mi trasero.
Pero yo no desistí: si las tijeras estaban prohibidas, un sistema más colorista fué llenar los bajos de toda mi ropa de pinzas de tender. Descubrí que, encima, sonaban al caminar, así que decoré de este modo hasta los bordes de las mantas de mi cama. Por la noche, de nuevo sonó el tam-tam, pero al día siguiente se dieron por vencidos, al comprender que era mejor dejarme hacer, que encontrar mi madre su vestido de novia, que atesoraba en el armario, con todas las pinzas que no me habían dejado poner en otra parte...
Aún así, los sioux no eran los míos:yo, según mi madre, era más de la tribu de los "Pies Negros". ¿Qué culpa tenía yo de que a los sucesivos alcaldes de mi ciudad no se les ocurriera asfaltar las calles hasta años después? Yo ayudaba a la limpieza de la ciudad llevándome a casa todo el barro y polvo que podía... Me tomaba a mal ése nombre, hasta que un tal "Gari Cúper" tuvo una escaramuza con ellos la tarde de otro sábado: las trenzas de los indios eran más largas, y las plumas que lucían más abundantes, así que dejé de ser sioux definitivamente, para ingresar en la comunidad "Pies Negros", aunque ello me costara más de un disgusto con el gallo del corral de mi abuela.
Tus escritos me han hecho recordar aquéllas tardes frente al televisor Marconi en blanco y negro, con mi madre vigilando las pinzas de tender, y yo sentada sobre los piés de mi sonriente abuelo, cuyos rizos ya llevaban un buen rato llenos de plumas de gallina...