
EL GATITO CORRETEÓ JUGUETÓN ENTRE SUS PIERNAS. Con la pequeñita lengua raspó meloso el sabor de su piel y, cada poquitos segundos, se paraba a olisquear profundamente…
La luz estaba apagada y sólo se oía a un señor hablando a través de la pantalla del televisor cosa que, al parecer, al minino no le molestaba pues en ningún momento dejó de lado aquél cuerpo sinuoso y por encima de todo, lleno de aromas.
No entraba nada de la calle, ni siquiera ruidos más o menos indeseables.
Las piernas abiertas no impidieron al gatito contornear todo su cuerpo.
En algunos puntos de aquella estática anatomía, había más tentación para el gato y el gato, caía en ella. Así pasaron muchos días y muchas noches. Con hambre pero muy juntos, hasta que, unos señores con mascarilla, rompieron la puerta a golpes.
El gatito se asustó y salio corriendo por entre las piernas de la gente que no conocía.
Juana le preguntó a Antonia:
- Oye, ¿qué ocurrió la semana pasada en casa de Carmelo?
Una carcajada sonora y espontánea asombró a Juana, pero Antonia contestó:
- ¿No te has enterado? ¡Pues serás la única!
Después de unos minutos alardeando de información explosiva, organizó mentalmente lo sucedido y, acompañándolo de una sonrisa afectada por el aparente escándalo, empezó con el relato:
- Pues, parece que Carmelo se murió mientras dormía…
- ¡No me lo digas! ¡Pobre! ¡Qué triste muerte, me cago en tó!- la interrumpió Juana.
- Pues sí, la verdad… como te iba diciendo, Carmelo se murió de repente y los vecinos tuvieron que llamar a la policía porque no les gustaba cómo olía… ya ves, un día estás y al otro, ¡te has ido!…
- Pero, ¿nadie lo echó en falta? ¿Ni al gatito?
- No, sólo les extrañaba que no apagara la televisión. Como era sordo, ya lo sabes, la ponía muy alta y claro… al no dejar de oírla ni de día ni de noche…
- ¡Virgen del Amor Hermoso! ¿Nadie se extrañó?
- Ya ves- dijo Antonia, buscando la pose adecuada para acabar con la historia.
- Eso no es todo…
- Cuenta, cuenta…
- Verás, por lo visto Carmelo tenía una mujer de esas de plástico… para desahogarse, ya me entiendes-Antonia se tapó la boca con la mano, muy pudorosa.
Juana, mantenía la suya abierta.
- Si mujer, de esas que se hinchan y luego se usan… ¡ya me entiendes!
- ¡Ah!- Juana, seguía embobada.
- Pues, parece que le dio lo que le dio cuando estaba en plena faena, ¿qué te parece?
- ¿Y el gatito? ¿Qué ha sido de él?
- Cuando echaron abajo la puerta se lo encontraron husmeando a la muñeca pero salió haciendo fu y no le han vuelto a ver…
Las mujeres quedaron allí, pegadas al suelo durante un rato más. Después se fueron a hacer la comida porque las dos cuidaban de sus maridos enfermos.
Queralt. 12/06/07
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