No la quiero… ¡llévatela! Nunca te pedí una estrella. No
quiero ver su fulgor y su destello. Me duelen los sueños que chorrean de ella.
Me molesta, que brille y que deslumbre…
No quiero la luna, tampoco la quiero. Me hiere su paz y su
sosiego, mientras mis entrañas huelen a fuego.
No me hagas regalos, no los espero. Ni estrellas, ni lunas, ni
un te quiero anhelado, ni el silencio como un tesoro… ni promesas, ni suspiros,
ni miradas lánguidas cual amuleto.
Lo mío son cosas sencillas: la piel suave y las palabras
bonitas, sosteniendo el engaño de los días vencidos; la risa contenida ante una
tontería y las mariposas en la barriga. Sólo
eso.
Recupera tus días de vino y rosas, sin complejos, sin
prejuicios. Busca, indaga, analiza, escudriña en tu oscuridad… y si encuentras
un hilo de oro que te ayude a tejer un remordimiento, un ápice de gallardía, un
arrepentimiento sincero, ponte al acecho del dolor ajeno para intentar
comprenderlo.
Cuando lo entiendas, quizás aún tenga fuerzas para encontrar
el camino de vuelta y para bañarme en las ilusiones compartidas y quizás, tan
sólo entonces, convencida de tu verdad, pueda aceptar tus estrellas y tu luna.
Queralt Berga.
Queralt Berga.